Me imagino que si me pasa a mí, lo mismo les ocurrirá a todas las bandas participantes en mayor o menor medida del auge Noe-Shoegazer de los últimos años. Deben de estar más que hartos de que los que escribimos u opinamos sobre música hablemos de la eterna trilogía (Ride-My Bloody Valentine, Slowdive), etiquetemos con palabras como "etéreas" o "ensoñaciones" nuestros comentarios. Yo como lector, desde luego, estoy algo hastiado del tema.
La cuestión es, desde luego, inevitable, máxime cuando el género, por conocido y explotado es difícil de expandir o mejorar, por lo que la originalidad de estas bandas hemos de buscarla en la calidad de sus canciones.
En el caso de la neozelandesa Tamaryn, junto a su compinche habitual, el californiano Rex John Shelverton, han elaborado un disco de manual, un perfecto ejemplo de Dream-Pop en el mejor marco Shoegaze. Una colección de canciones absolutamente ensoñadoras y arrebatadoras. Ahora bien, coincido con la crítica de Jenesaispop en que "la virtud de ‘Tender New Signs’ es al mismo tiempo su punto flojo: un estilo que de tan conseguido acaba resultando plano. Unas canciones lentas que se mueven peligrosamente entre la ensoñación preciosista y el sopor. Todo suena tan etéreo que al fan acérrimo de esta nueva ola le fascinará, pero al que no esté previamente convencido le costará entrar y disfrutar de al menos un puñado de canciones que merezcan la pena" (jenesaispop.com).
El mejor resumen para un disco que quizás se lastra a sí mismo demasiado con una recreación tan perfecta del género. En cualquier caso, su perfecta ejecución y producción de alguna manera le libran de ese tipo de crítica. La suma de capas y capas de distorsión y ambientes sonoros son la perfecta excusa para perderse durante los cuarenta minutos que dura este Tender new signs (2012), el segundo álbum de Tamaryn.
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